Desde que China declarara el brote de la enfermedad del nuevo coronavirus (COVID-19) en  diciembre de 2019, y la OMS declarara la pandemia el 11 de marzo de 2020 el mundo ha sufrido una de las crisis globales más importantes en los últimos años con una importante repercusión en la salud física y mental de la población.

La COVID-19 es originada por el SARS-CoV-2, virus perteneciente al género Betacoronavirus, familia de virus que tienen en común ocasionar cuadros de neumonía grave y síndromes respiratorios agudos graves, con afectación de  otros órganos y sistemas por la producción de citoquinas en respuesta a la infección, y genera una alta morbimortalidad en población de riesgo. En población de bajo riesgo la sintomatología de la enfermedad puede ser variable: asintomática, sintomatología respiratoria leve similar a un cuadro gripal, o distintos grados de afectación respiratoria o general.

Al inicio de la pandemia todas las mujeres sufrimos, independientemente de nuestras circunstancias personales, un gran cambio en nuestras vidas: confinamiento o excesiva carga de trabajo en el mundo sanitario, el miedo a la infección, cambios en el estilo de vida, nueva organización familiar, pérdidas de familiares o amigos… Los periodos de estrés, independientemente de su origen pueden afectar la salud menstrual de la mujer, y esto está en relación con el funcionamiento del eje neuroendocrino, el responsable de la coordinación adecuada entre el cerebro y el ovario. El estrés puede alterar la cascada moduladora de esta perfecta regulación, alterar el funcionamiento del ovario y originar ausencia o retardo en la ovulación y alteraciones menstruales sin que exista una causa orgánica responsable. 

Cuando el cuerpo femenino se somete a cualquier tipo de estrés, la función ovárica suele suprimirse para asegurar la mejor función de órganos esenciales y por eso se reportan tantos ciclos anovulatorios en situaciones de alteración emocional, enfermedades, trastornos de la conducta alimentario o cuando se realiza ejercicio físico intenso. Así, es fácil entender que la menstruación se puede alterar ante circunstancias personales que causen inquietud, preocupación o angustia, o ante infecciones por los cambios en el sistema inmunológico,  por los tratamientos administrados o por alteraciones en otros órganos del cuerpo que interfieran con un adecuado estado de salud.

En estas situaciones también se perciben cambios en la sintomatología asociada a la menstruación y en la salud sexual, generalmente empeoramiento. La dismenorrea (dolor en la menstruación), el síndrome premenstrual  y el sangrado menstrual abundante se relacionan con niveles elevados de estrés, inestabilidad emocional y depresión. El estrés reduce de manera importante la líbido, la apetencia sexual. 

Durante este tiempo la demanda de atención en consulta se ha visto incrementada en relación a la aparición de trastornos menstruales en mujeres sanas, y que vivían estas situaciones de estrés psicológico. Cuando las alteraciones ocurren en uno o dos ciclos la principal causa suele ser una alteración puntual en el funcionamiento del eje neuroendocrino, pero si se prolonga en el tiempo es recomendable la valoración ginecológica para confirmar el trastorno funcional y descartar la existencia de causa orgánica en el aparato genital. 

En el caso de mujeres que sufren la infección COVID las alteraciones menstruales pueden verse justificadas por la infección por el virus, el estrés emocional que pueden sufrir ante la evolución incierta de la infección, o los tratamientos utilizados como antibióticos o corticoides. Los cambios registrados han sido muy variables pero los más frecuentes han sido el aumento del sangrado menstrual, y la ausencia o el retraso en la regla. También se ha informado sobre un incremento de los síntomas premenstruales, de la dismenorrea y la aparición de sangrados en algunas mujeres posmenopáusicas. 

En diciembre de 2020 se inició la vacunación contra la COVID-19 en España. Para la producción de esta vacuna se llevaron a cabo colaboraciones científicas al más alto nivel para completar la investigación, el desarrollo y recibir la validación de la OMS y de los organismos reguladores nacionales con la premura que requería la situación de la pandemia. Todas las vacunas se someten a ensayos clínicos para demostrar que cumplen criterios de seguridad y eficacia antes de su administración, y posteriormente se someten a controles de farmacovigilancia para valorar la respuesta y la posible aparición de nuevos eventos a medida que aumenta el número de personas a las que se administra.

Durante el verano 2021 tanto la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) como la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) detectaron a través de sus programas de seguimiento, un incremento de la comunicación de trastornos menstruales tras la vacunación, algo que los profesionales ya habíamos detectado en nuestras consultas. 

En el momento actual existen múltiples estudios nacionales e internacionales que concluyen que existe una relación entre la vacunación contra la covid y la aparición de alteraciones menstruales. Los cambios recogidos son muy variables, pero los más frecuentes son aumento del sangrado, cambio en la duración de ciclo y sangrado intermenstrual. También se ha comunicado incremento de la amenorrea (ausencia de regla) o mujeres con menopausia que han presentado sangrados, pero en menor frecuencia. En general estas alteraciones son autolimitadas en el tiempo y se corrigen entre 1 y 2 meses.

La posible relación de estos cambios menstruales es la respuesta del sistema inmunológico del organismo a la vacuna, objetivo real de la vacunación, que podría afectar temporalmente al funcionamiento del eje hipotálamo-hipófisis-ovario.  Las causas no están claras y deben seguir investigándose aunque éste es el mecanismo más probable en el momento actual.

Ante la aparición de este efecto temporal tras la vacunación lo adecuado es valorar la evolución, y si las alteraciones son puntuales como se ha comentado previamente, no es preciso realizar una  consulta médica. Únicamente en el caso de que las alteraciones persistan en el tiempo sería necesario llevarla a cabo para descartar la presencia de patología ginecológica que haya podido quedar enmascarada como resultado de dar por supuesto la asociación.

A medida que han avanzado los programas de vacunación y la inclusión a jóvenes, adolescentes y niños, se han planteado dudas sobre la repercusión que pudiera tener la vacuna en ellos ante los cambios en el eje neuroendocrino descritos previamente. Los ensayos clínicos practicados no han demostrado efectos negativos sobre la pubertad, el sistema reproductivo y el desarrollo hormonal de las niñas. Respecto a la presencia de alteraciones menstruales en adolescentes tras la vacuna, los estudios realizados hasta el momento actual han llegado a la conclusión de que la frecuencia y naturaleza de estos trastornos en adolescentes vacunadas no son distintos a las de las adolescentes no vacunadas. Es importante recordar que en la adolescencia los trastornos menstruales son más frecuentes que en otras etapas de la vida fértil de la mujer como consecuencia del desarrollo del eje ovárico.

Los componentes de la vacuna, una vez que han realizado su función, se descomponen y se eliminan del organismo, no se almacenan. Tampoco ejercen ninguna modificación sobre el ADN, por lo que en la actualidad es previsible que no presenten alteraciones a largo plazo, aunque nunca se puede tener la certeza absoluta.

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